jueves, 8 de septiembre de 2016

Despedidas

A veces la vida puede llegar a ser tan injusta. ¿Por qué las personas que más queremos acaban yéndose de nuestras vidas, de nuestro lado? Porque es ley de vida. Todo lo que nace, nace para morir y todo lo que muere, muere para nacer. Es una rueda que gira y gira en el tiempo y nosotros debemos rodar con ella.
La vida es un ciclo sin final. Está llena de felicidad, gratitud, serenidad, esperanza y amor; pero también de dolor, tristeza, añoranza, soledad y de despedidas. Sobre todo, de despedidas.
Decir adiós nunca es fácil, y más si sabes que esa persona no volverá a estar a tu lado, sonriéndote o abrazándote. Pero eso es mejor que nada. Es mejor decir adiós a tiempo que guardarte un “te quiero”, un “no te olvidaré”, un “nada volverá a ser lo mismo sin ti”, porque eso a la larga te acaba quemando. Pero, ¿qué pasa cuando no llegamos a tiempo? ¿Acaba consumiéndote de tanto arder?
Alguien me dijo que hay que dejarlo ser, que igual no está en nuestra raza despedirnos porque quizás no podemos hacerlo o no tenemos el valor para ello. Desprendernos del único recuerdo que nos queda es algo que quizás no queramos hacer, ya que no pretendemos que ese capítulo de nuestra vida acabe.
Por eso, cuando las despedidas son a destiempo, solo nos queda pensar que aquél que ha partido está ahí, convertido en nuestro ángel de la guarda o en energía purificadora. Un ángel o energía que nos guía por la ruta de la vida, velando nuestras noches y espantando nuestros miedos. Abriendo nuestros ojos a nuevas oportunidades y poniendo en nuestro camino a personas por las que si vale la pena seguir.
Por todo ello, gracias.
Esto también lo puedes encontrar en Texto en Sentimientos.

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